Los turismos circulan sobre pavimentos empedrados y los vehículos comerciales trabajan en obras con firmes muy irregulares. En verano se exponen al calor y en invierno a temperaturas bajo cero. Todo ello plantea exigencias muy estrictas a los componentes individuales de productos tales como las tarjetas de circuito impreso, que son los elementos esenciales de los módulos electrónicos. Las vibraciones y las deformaciones térmicas pueden producir pequeñas fisuras entre la tarjeta y los componentes situados en ella, lo cual puede provocar fallos. Por esta razón, durante el desarrollo de prototipos los diseñadores miden los efectos de las cargas mecánicas con alta precisión. De esta forma se aseguran de que las tarjetas funcionen correctamente dentro de sus límites de carga y también de que no se dañen durante el propio proceso de producción.
Los turismos y los vehículos comerciales son solo uno de los campos de aplicación en donde la medición de las cargas mecánicas resulta útil. Los trenes o los ordenadores portátiles también están expuestos a vibraciones continuas. “Básicamente, existe riesgo de roturas y fisuras en cada unión entre la tarjeta y uno de los componentes situados en ella”, explica Christof Salcher, Director de producto de HBM. Este tipo de fallos pueden resultar caros, por ejemplo, si el sistema electrónico de un automóvil deja de funcionar debido a una pequeña grieta. Los fabricantes exigen cada vez más a sus proveedores que verifiquen la estabilidad mecánica de las tarjetas de circuito impreso. “Los valores de extensión son los únicos parámetros que predicen de forma fiable las cargas de esfuerzo en las tarjetas de circuito impreso. Estas cartas se pueden medir utilizando galgas extensométricas, que se colocan directamente en las tarjetas”, prosigue Salcher.